31/01/2007 Un día en el Tal Mahal


Desayunamos en el mismo hotel que cenamos y después cogimos una motocarro que ya habíamos contratado el día anterior para que nos llevara al Tal Mahal. Llegamos sin problemas y en la entrada no había mucha gente. Pagamos 750 rupias (15 euros) por persona, una pasada, los indios pagan 20 rupias. ¡Qué decir del Tal Mahal!, simpremente nos encantó, lo mejor y lo más impresionante que hemos visto en la India. Hemos hecho muchas fotos y mucha cámara de video.
Volvimos a quedar con el mismo conductor de la motocarro para que despúes de comer nos llevara al Fuerte Rojo. Comimos en un maravilloso Pizzahut que encontramos, ¡¡¡¡Yupi!!!!. Nos zampamos: Una sopa de tomate; buenísima, una tostada de pan; deliciosa, 2 pizzas pequeñas; regulares, postre, café y tres cervezas. ¡Qué banquetazo nos dimos!
Descansamos una hora en el hotel. El conductor de la motocarro nos estaba esperando en la puerta del hotel. Yo creo que no se movió desde que nos dejó, porque estaba en el mismo sitio que nos había dejado, y ya es difícil, con todas las motocarros que hay aparcadas en las puertas de los hoteles. Debe de haber ostias entre ellos para aparcarlas y captar clientes.
El Fuerte Rojo es majestuoso, muy grande, pero un poco abandonado. Claro que después de ver el Tal Mahal, todo me parece poquita cosa.
El conductor y otro hombre mayor que hacia de copiloto de la motocarro, (Creo que era el padre del conductor, se parecian mucho pero era muy viejo, unos 50 años pero con apariencia de 80 y no exagero, era el único que hablaba en inglés) éste señor nos dijo que nos hacía una rebaja si visitabamos tres o cuatro tiendas en las que a ellos les daban comisión sólamente por llevar a turistas aunque no compraramos nada. Aceptamos un poco incledulos ya que nos estabamos imaginando que había gato encerrado, pero como son tan amables, ¡haber quién les dice que no!.
Prometimos que no compraríamos nada, ya que desde el principio decidimos que lo haríamos el último día en Delhi.
Fue muy divertido al principio visitar éstas tiendas ya que como descubrí que no tenían ni por asomo una pulsera de plata que compré en Puskar, para quitarme de encima a todos los vendedores de las tiendas, les decia que estabamos buscando una pulsera igual a la que yo llevaba, nos sacaban 50 ó 100 pulseras a las cuales a todas deciamos que no, y cuando llevabamos un tiempo prudencial haciendo el paripé para que les dieran su comisión a los de la motocarro, nos largabamos muy agradecidos por la amabilidad con la que nos habían tratado pero muy disilusionados porque no encontrabamos la misma pulsera, los pobres se quedaban a cuadros. Nunca en mi vida he hecho tanto teatro como en la India.
Cansados ya de visitar tantas tiendas y tras un continuo decir a los susodichos conductores de la motocarro que ésa que estabamos viendo era la última, porque sí mucha amabilidad, pero acaban con tu paciencia, perdimos la cuenta del número de tiendas a las que nos llevaron y les tuvimos que decir que; ¡No veíamos más y que nos dejaran en el hotel!, en cuanto me pongo un poco duro y pego un grito me hacen caso, me da mucha rabia recurrir a esto pero es que llega un momento que te hierve la sangre. Nos dejaron sin más en el hotel, nos fuimos a cenar al mismo restaurante de ayer, y a la cama encantados y cansados.

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